martes, enero 24, 2012

El mal quiere hacer el bien.

Algo de Coelho, siempre.


¿Quién eres? -pregunté.
-Soy Lucifer -fue la respuesta.
-¿Y qué buscas aquí?
-Es ya la hora de las oraciones y tú sigues aquí durmiendo.
Me quedé asombrado. ¿Por qué el príncipe de las tinieblas, aquel que desea siempre el alma de los hombres de poca fe, estaba ayudandome a cumplir con un deber religioso?
Lucifer explicó:
-Recuerda que yo fui creado como un ángel de luz. A pesar de todo lo acontecido en mi existencia, no puedo olvidar mi origen. Un hombre puede viajar a Roma o Jerusalén, pero siempre lleva en su corazón los valores de su patria: lo mismo conmigo. Todavía amo al creador que me alimentó cuando era joven y me enseño a hacer el bien. Cuando me rebelé contra Él, no fue por que no lo amase. Antes al contrario, lo amaba tanto que tuve celos cuando creó a Adán. En aquel momento quería desfiar al Señor y eso me arruinó. Sim embargo, aún recuerdo las bendiciones que me fueron dadas un día y tal vez actuando bien pueda retornar al Paraíso.
Yo respondí:
-No puedo creer lo que me dices. Tú has sido el responsable de la ruina de muchísima gente en este mundo.
-Pues puedes creerlo -insistió Lucifer-. Sólo Dios puede construir y destruir porque es todopoderoso.
Fue Él, al crear al hombre, quien colocó en los atributos de la vida el deseo, la venganza, la compasión y el miedo. Por lo tanto, cuando veas el mal a tu alrededor, no me culpes, pues yo soy no más que el espejo de todo lo que de ruin tiene el mundo.
Sabía que algo no iba bien y comenzé a rezar desesperadamente para que Dios me iluminara. Pasé la noche entera hablando con Lucifer pensando que debería estar haciendo esto, pero con Dios. A pesar de de los brillantes argumentos que esgrimía no me dejé convencer. Mi fe era absoluta.
Cuando ya estaba amaneciendo, Lucifer finalmente cedió, explicando: "Está bien, tienes razón. Cuando esta tarde llegué y te desperté para que no se pasara la hora de las plegarias, mi intención no era acercarte a la luz divina. Sabía que si dejabas de cumplir tu obligación, sentirías una profunda tristeza y durante los próximos días rezarías con redoblada fe, pidiendo perdón por haber descuidado el ritual. A los ojos de Dios, cada uno de estos rezos, hecho con amor y arrepentimiento valdría lo mismo que doscientas oraciones hechas de manera automática y rutinaria. Terminarías mas purificado e inspirado, Dios te amaría más y yo estaría más lejos de tu alma".
Lucifer desapareció y acto seguido entró un ángel de luz:
-No olvides nunca lección de hoy- me dijo-.
A veces el mal se disfraza de emisario del bien, pero su oculta intención es causar más destrucción.
Desde aquel día, rezé con arrepentimiento, compasión y fe. Mis plegarias fueron oídas mil veces por Dios.


Paulo Coelho